20 de noviembre de 2013

Un aperitivo sobre Vampiros


Por Juan Carlos Pérez Vertti Rojas


 

Aunque existen leyendas de vampiros desde las culturas asirias y babilónica, el vampiro orgánicamente establecido como criatura literaria, es un recién llegado a nuestra cultura. Sin embargo, con sus menos de 200 años de existencia ha alcanzado tal prestigio y tal grado de evolución, que ha obligado a escritores, artistas plásticos y cineastas a enriquecer y, paralelamente, justificar las modificaciones de la criatura.
El nacimiento del vampiro literario coincide con la liberación de las fuerzas interiores en Francia producto de la caída de la Bastilla, y el surgimiento de nuevos modos de decir y contar el tiempo. A Rosseau y Voltaire, los grandes faros de la Filosofía de las Luces, se deben textos donde el vampirismo aparece bajo un objetivo científico. Rosseau lanza un verdadero desafío al afirmar:
Si ha habido en el mundo una historia garantizada, es la de los vampiros. No falta nada: informes oficiales, testimonios de personas atendibles, cirujanos, sacerdotes, jueces: ahí están las pruebas.
Una sociedad que nacía al mismo tiempo a la sacralización de la Diosa Razón y al conocimiento objetivo de la realidad, necesitaba justificar científicamente sus intuiciones. Seguramente Rosseau tenía en mente el Informe médico sobre los vampiros enviado en 1755 por el protomédico Gerard van Swieten a su majestad la emperatriz María Teresa. Con objetividad y lenguaje científico, van Swieten hace un frío análisis de la causa judicial emprendida contra unos cadáveres por la creencia que se trataba de vampiros culpables de varias muertes y epidemias en el pueblo. Por su parte, Voltaire dedica páginas de su Diccionario Filosófico al estudio de los vampiros, a partir del trabajo cimero sobre el tema, escrito a la mitad del siglo XVIII. Su composición se debe a la pluma del padre Dom Agustin Calmet, quien en 1751 da a la luz su libro conocido como Tratado sobre los vampiros. El trabajo de Dom Calmet, hecho para demostrar que todo lo que es contrario a la voluntad divina es una aberración, es uno de los más sistemáticos y objetivos que existen: en él se encuentran los testimonios y las pruebas que anunciaba Rosseau, presentadas por un hombre que verdaderamente creía en la existencia del monstruo.
Portada del "Festín de la sangre"
En la literatura, el primer vampiro de cierta importancia surge con la novela de John Polidori “El vampiro” (1819). Polidori, amigo de Lord Byron y médico de Percy Shelley, tuvo una vida breve y desgraciada que terminó en suicidio a la edad de 26 años. Se dice que Polidori gestó la historia en la misma reunión de Villa Diodati, en 1816, donde Mary Shelley formulara su inmortal Frankenstein. El vampiro es un relato acartonado, de escasos méritos literarios. Sin embargo, establece la imagen prototípica del noble vampiro. Su Lord Ruthven era altivo, brillante, estremecedor, fascinante para las mujeres y fríamente malvado.
“Varney el vampiro, o el festín de sangre” (1847) es, por su parte, uno de los mejores libros en el género. La técnica literaria, el estilo en la prosa, la caracterización de los personajes son sustituídos por acción burda y violenta que casi roza la pornografía. Su creador, James Malcolm Rymer (muchos estudiosos atribuyen la autoría a Thomas Preskett Prest, pero en realidad él es solamente el editor), elige como víctimas de Varney a voluptuosas mujeres jóvenes, descritas en la plena incandescencia de una lúbrica semidesnudez. Publicada originalmente en entregas, Varney alcanzó a llegar en su edición final a los 220 capítulos. Esta novela era el equivalente del libro vaquero de nuestra época.
Carmilla (1872), interesante novela (o cuento largo) de vampiros escrita por Joseph Sheridan Le Fanu, constituye un valioso precedente para el género. Le Fanu, uno de los más sutiles escritores de terror de su época, nos brinda una narración muy trabajada, casi un trabajo de orfebrería, en el que la amistad femenina, la soledad, el deseo sexual y la avidez de sangre del vampiro se entrelazan estrechamente en un convincente retrato de mujer vampiro que sacia sus instintos en la joven hermosa e inocente Laura.
Una de las más exquisitas obras que he leído es la de Théophile Gautier y su genial obra "La muerta enamorada" donde cuestiona rudamente la fe de un sacerdote al encontrar el amor de su vida en una vampiro. Para que imaginen la calidad de su escrito, aquí les dejo una de sus frases célebres:
"No se puede saber qué es una mujer hasta que no se ha visto a una mujer enamorada".
Cada uno de estos escritores añadió sus propios elementos al mito, pero es a finales del siglo XIX cuando los elementos adquieren estructura en una de las mejores obras de la literatura de horror. En 1897, tres años antes de terminar el siglo XIX, el irlandés Bram Stoker, secretario particular de sir Henry Irving, uno de los grandes actores finiseculares, publica la novela Drácula, que inmediatamente se convierte en un éxito de librerías y desde entonces nunca ha estado fuera de circulación.
Tres son los elementos que vuelven aterradora, inolvidable y emblemática la novela de Stoker: estar inspirada en un personaje histórico, que sus hechos se desarrollen en fechas precisas y contemporáneas a los años de aparición de la novela y la presencia de argumentaciones científicas a todo lo largo de su obra. Ubicar su acción en Transilvania, centro geográfico donde confluyen los mitos en torno a los vampiros y el retorno de los muertos, es un triunfo de verosimilitud narrativa. Y es precisamente de esta región de donde proviene el personaje histórico que inspiró la novela: Vlad Drácula, conocido con el sobrenombre de Tepes, o el Empalador.

Vlad Tepes festejando una victoria
Vlad era un príncipe valaco que gobernó su principado de Valaquia (hoy Transilvania) a intervalos, entre los años 1448 y 1476. Lo primero que hay que decir sobre él es que no se trataba de un vampiro. Era un mortal común, sin ningún rasgo sobrenatural. Por otra parte, como muchos príncipes de la época, fue muy cruel. Y precisamente, fueron sus actos de crueldad los que lo elevaron a la mitología. Su actitud, tanto en defensa de su patria contra los turcos como en la represión de su propio pueblo, merece el calificativo de patológica. Se le llamó el Empalador, por ejemplo, debido a su costumbre de empalar vivas a sus víctimas en largas estacas, para dejarlas después morir allí lentamente. Un bien conocido grabado muestra a Vlad dedicado a su pasatiempo favorito, consistente en cenar al aire libre, en medio de un bosque de estacas provistas de la mencionada carga. Tenía otros caprichos sádicos. Se dice que hizo ejecutar a 600 mercaderes por el delito de ser demasiado ricos. Su manera de acabar con el problema de los mendigos en sus dominios consistió en invitarlos a un banquete y luego, en el momento culminante de la fiesta, prender fuego al salón. En otra ocasión, cuando dos embajadores turcos se rehusaron a quitarse los turbantes en su presencia, se los mandó fijar con clavos en la frente. Resulta irónico que Vlad sea aún honrado, en la Rumania actual, como una figura patriótica, símbolo del nacionalismo rumano, que luchó valerosamente contra los invasores turcos. 
El caso de Vlad no es el único que se ha asociado al mito del vampirismo en la historia de la humanidad. Tenemos otros vampiros célebres, como la condesa húngara Erzebet o Elisabeth Bathory, quien en 1610 es condenada por el asesinato de más de 600 jovencitas a quienes ordenó degollar para beber su sangre y tomar baños del mismo fluído, pues ella consideraba que esto la mantendría eternamente bella y joven. Otros casos relevantes son los de Peter Kurten, el vampiro de Duseeldorf (1931) y el de George John Haig el vampiro de Londres (1949), ambos asesinos seriales que se consideraban criaturas de la noche.
El vampiro Orlock de Stephen King
Aunque en Drácula no tiene lugar la primera aparición literaria del vampiro, a partir de la obra cumbre de Stoker surge una escuela interdisciplinaria que prolonga, parafrasea o modifica los principales elementos de la novela original. El libro fundador crea discípulos en ambas direcciones: los antecesores adquieren nueva vida y los sucesores enfrentan el desafío textual. Entre los descendientes más renombrados de Stoker se encuentran Dion Fortune con El amante del demonio (1927); Richard Matheson con Soy Leyenda (1954); Theodore Sturgeon con Algo de tu sangre (1961); Raymond Rudorff con Los archivos de Drácula (1972); Fred Saberhagen con la cinta de Drácula (1975); y Whitley Strieber con El Ansia (1975). Algunos de los autores contemporáneos más destacados, y cuyos nombres suelen asociarse con la figura del vampiro, son Stephen King, Chelsea Quinn Yarbro, Anne Rice y Kim Newman.
Y próximamente no se pierdan mi novela "La imprecación" en la que explicaré muchas cosas asociadas a vampiros como lo de los espejos, el agua, las estacas, los crucifijos, etc.

 

22 de marzo de 2013

LAS VENTAJAS FEMENINAS



1. Hipocampo
Por Juan Carlos Pérez Vertti Rojas

Las hormonas, responsables químicas de muchas de nuestras conductas, pero la más importante función que desempeñan ciertas hormonas es la diferencia entre hombre y mujer. Tal vez se piense que hay un poco de segregación sexista en las líneas anteriores, pero en realidad debemos estar conscientes que sí existen diferencias de género.


2. Molécula de progesterona
Por ejemplo, los altos niveles de progesterona en una mujer, incrementan su sueño, estos se dan cuando la mujer se encuentra en la última etapa  de su ciclo menstrual conocida como fase lútea de manera común y ni se diga cuando están en el último trimestre de su embarazo donde llegan a aumentar hasta un 99% de su nivel más bajo que es durante la menstruación (puedes ver la curva de la gráfica en la imagen número 4 de abajo).

3. estradiol
Pero he aquí una ventaja femenina, algunos estudios indican que el estradiol, aumenta el número de sinapsis en el hipocampo (estructura del cerebro que participa en los procesos de aprendizaje y memoria), lo que brinda mayores posibilidades para que las féminas procesen la información de mejor manera. ¿Cuándo sucede esto? Cuando la mujer se encuentra en su etapa ovulatoria, los niveles de estradiol aumentan diez veces más con respecto a su etapa más baja que es también durante la menstruación. ¿No sería bueno que los exámenes escolares que se les aplican cayeran siempre durante esta etapa?

Una ventaja más es que tanto la progesterona como el estradiol protegen a las células nerviosas contra daños por la carencia de oxígeno por falta de irrigación sanguínea, contra golpes en el cráneo y también contra algunos agentes tóxicos, y se ha observado también que estas dos hormonas participan en la regeneración de axones para con ello poder establecer las sinapsis de las que se hablaba en el párrafo anterior.
4. Niveles de progesteron y estradiol durante el ciclo menstrual.
 
Como verán estas son algunas de las ventajas (y diferencias) que las mujeres tienen con respecto a los varones, pero en otro momento ya hablaremos de las características del sexo masculino, sin embargo hay que puntualizar que aunque se busque una igualdad de sexos, en realidad lo que debe buscarse es la mejor comprensión y tolerancia de los sexos a través de sus diferencias.

 

2 de febrero de 2013

Yo no creo en fantasmas, pero les tengo miedo.


La noche y los fantasmas se llevan bien. Es un binomio que ha logrado mantenerse en buenos términos durante siglos en el imaginario de la gente, sustentando así una abundante literatura que, aún hoy, sigue hablándose de ello con gran éxito en todos sentidos.

Fantasmas, voces, espíritus, ovnis... La lista de fenómenos paranormales es tan larga como incomprensible. Lo curioso es:

1.       ¿cómo algunas personas pasan de una simple creencia a la devoción ciega que incluso ha provocado suicidios masivos?

2.       ¿Qué hace que alguna vez caigamos en la tentación de lo paranormal?

Los fantasmas nos seducen, nos interesan, nos inquietan. No es posible la neutralidad o la absoluta indiferencia cuando alguien instala el tema en una mesa de discusión. Se les puede temer o rechazar, pero nunca hacerlos a un lado sin algún comentario irónico, escéptico o crédulo.

La creencia en la existencia de fantasmas es un hecho generalizado que se fija prácticamente en todas las sociedades de la Tierra. Leyendas, cuentos populares, rumores y folklore referidos a ellos, testimonian —directa o indirectamente— el interés que los hombres tienen respecto de lo que sucede más allá de la muerte.

Los fantasmas nos hablan de nosotros mismos. Sus apariciones son nuestros propios reflejos. Nos muestran, desde un ángulo original, cómo hemos elaborado a lo largo de la historia nuestra identidad; y de qué manera se entretejieron variables culturales, psicológicas y sociales en la construcción de entes que a{un discutimos si son reales o solo producto de la imaginación.

Definir qué es un fantasma depende del espacio y del tiempo. Depende del lugar que cada persona se adjudica a sí misma dentro del universo.

El fantasma oculta y revela muchas cosas al mismo tiempo.

El sentido de "lo imposible" tomó su forma original y con él, el status de las maravillas se vio transformado. La antigua convivencia con los espectros (que nunca dejaron de inquietar un poco) se alteró y "lo sobrenatural" apareció como una fractura a la coherencia, sorprendiendo y aterrorizando. Desde entonces, los fantasmas se transformaron en entidades perturbadoras. Al descomponerse la fluidez antes existente entre este mundo y el Más Allá, el terror hizo acto de presencia, ya que el contacto entre ambas realidades podía poner en riesgo la salud física, psíquica y moral de los hombres.

Con las historias de fantasmas, aquello considerado ficcional ocupaba un lugar concreto en lo cotidiano, y esa usurpación del espacio por lo inmaterial empezó a ser uno de los terrores más profundos que surgían de ese tipo de relatos.

La gente lista cree cosas raras porque es hábil en defender creencias a las que ha llegado por razones tontas... La mayoría la mayor parte del tiempo, llegamos a nuestras creencias por una variedad de razones que tienen poco que ver con la evidencia empírica y el razonamiento lógico”.

A ese fenómeno se le conoce como sesgo de confirmación, y se refiere a una investigación tendenciosa o preconcebida que, incluso antes de hacerla, se está seguro que comprobará la creencia.

Sus resultados son dudosos y se les denomina como errores de interpretación.

Luego entonces seguiremos creyendo en fantasmas porque sí, porque no tenemos argumentos ni para defender su existencia, ni tampoco tenemos elementos para refutarla.

Así pues, seguiremos no creyendo en ellos, aunque con mucho temor de que se nos aparezcan.