21 de abril de 2016

Si tienes miedo: No leas esto


Es muy común que todo aquello que desconozcamos nos inquiete, nos preocupe, e incluso que nos provoque hasta miedo. ¿Pero por qué llegamos hasta esta reacción?

Si lo vemos en forma retrospectiva y de manera evolutiva, el miedo es una respuesta adaptativa de tipo conductual, y constituía una forma de supervivencia que preparaba a los antecesores humanos a responder ante situaciones adversas con rapidez, pero que en muchas ocasiones también les llevaba a actuar de manera incongruente, aunque en otras salvaba sus vidas. La máxima expresión del miedo es el terror. Además el miedo está relacionado con la ansiedad.

En ese sentido, podría parecer normal y beneficioso para su especie. Sin embargo no siempre era así, ya que el miedo en exceso hubiera impedido el desarrollo intelectual de los humanos y por lo tanto no hubiéramos llegado hasta el punto en que nos encontramos mentalmente.

El miedo o temor es una emoción caracterizada por una intensa sensación desagradable provocada por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado.

La palabra miedo proviene del término latino metus. Es una emoción primaria que se deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza, y se manifiesta en todos los animales, lo que incluye al ser humano. Se trata de una alteración del ánimo que produce angustia ante un peligro o un eventual perjuicio, ya sea producto de la imaginación o propio de la realidad.

Cuando el miedo es real, está justificado si su dimensión está en correspondencia con la dimensión de la amenaza. Porque cuando no hay intimidación no es admisible tenerlo. Cuando la intensidad del ataque de miedo no tiene ninguna relación con el peligro, es simplemente una cuestión mental y se clasificaría como miedo neurótico. En este caso, el miedo existente corresponde a un conflicto básico inconsciente y no resuelto, al que hace referencia.

Ambos, miedo real y miedo neurótico, fueron términos definidos por Sigmund Freud en su teoría del miedo.

El mecanismo que desata el miedo se encuentra en el cerebro reptiliano, que se encarga de regular acciones esenciales para la supervivencia, y en el sistema límbico, que es el encargado de regular las emociones y en general todas las funciones de conservación del individuo.

Este sistema procesa permanentemente (incluso durante el sueño) toda la información que se recibe a través de los sentidos, y lo hace mediante la estructura llamada amígdala cerebral, que controla las emociones básicas, como el afecto, tratando de localizar si hay una fuente de peligro. Cuando se activa, se desencadena la sensación de miedo y ansiedad; y su respuesta puede ser la huida, el enfrentamiento o la paralización.

Se ha encontrado que la sensación de miedo está mediada por la actuación de la vasopresina secretada por la amígdala cerebral (es de destacar que el etanol inhibe la producción de vasopresina).

El miedo produce cambios fisiológicos inmediatos:

·         se incrementa el metabolismo celular,

·         aumenta la presión arterial,

·         la glucosa en sangre y la actividad cerebral, así como la coagulación sanguínea.

·         El sistema inmunitario se detiene (al igual que toda función no esencial),

·         la sangre fluye a los músculos mayores (especialmente a las extremidades inferiores, en preparación para la huida) y

·         el corazón bombea sangre a gran velocidad para llevar hormonas a las células (especialmente adrenalina).

·         se producen importantes modificaciones faciales: agrandamiento de los ojos para mejorar la visión,

·         dilatación de las pupilas para facilitar la admisión de luz,

·         la frente se arruga y los labios se estiran horizontalmente.

El miedo se comunica a los demás a través del rostro, por lo que puede resultar contagioso.

Como el sistema límbico fija su atención en el objeto amenazante, los lóbulos frontales (encargados de cambiar la atención consciente de una cosa a otra) se desactivan parcialmente. Durante un ataque de pánico[] la atención consciente queda fijada en el peligro, y si los síntomas fisiológicos como el ritmo cardíaco o la presión sanguínea son interpretados por el sujeto como una confirmación de la realidad de la amenaza se produce una retroalimentación del miedo, que impide una valoración del auténtico riesgo. Esto sucede, especialmente, en el caso de las fobias: la atención del fóbico es incapaz de prestar atención a otra cosa y magnifica el peligro ante la incomprensión de los presentes.

Para algunos, el miedo en el ser humano no guarda ninguna relación fisiológica, sino que es un producto de la conciencia, que expande nuestro nivel de conocimiento

Desde el punto de vista psicológico, es un estado afectivo, emocional, necesario para la correcta adaptación del organismo al medio, que provoca angustia y ansiedad en la persona, ya que la persona puede sentir miedo sin que parezca existir un motivo claro.


Según el concepto conductista el miedo es algo aprendido. Desde el punto de vista social y cultural, el miedo puede formar parte del carácter de la persona o de la organización social. Es por ello que se puede aprender a temer objetos o contextos, y también se puede aprender a no temerlos, se relaciona de manera compleja con otros sentimientos: miedo al miedo, miedo al amor, miedo a la muerte, miedo al ridículo.

Antropológicamente hablando, el miedo se encuentra inserto en los sistemas religiosos. Algunos especialistas sugieren que la religión no es por si misma generadora de temores o angustias, pero si lo es el discurso al cual apelan para generar adoctrinamiento, lo que se puede enmarcar dentro de la moral de la devoción religiosa, es decir, los miedos comienzan a actuar como narrativas protectoras que a la vez que prohíben ciertas prácticas, fomentan otras. En la edad

Media, por ejemplo, las brujas representaban una grave afrenta para los devotos. Su condena social representaba una forma correctiva que el mismo sistema utilizaba para establecer la hegemonía del orden económico patriarcal.

La angustia y ansiedad que nos da sentirnos en peligro tenemos que analizarla en la medida que la situación lo permita. Si hay un peligro real hay que tenerlo en cuenta, en cambio si el miedo es imaginario basado en un impulso interior que busca defendernos de un peligro que actualmente ya no existe podemos trabajar sobre eso para poder superar el miedo irracional.

Por ejemplo, ¿Cuántas veces no has sentido temor al hablar frente de la clase?

El verdadero fundamento de este temor radica en que te sientes vulnerable y temes ser rechazado por la mayoría o en un caso más imaginario ser depredado o destrozado por todos los que te rodean incluyendo al profe. Además, en caso de que nos rechazara un grupo, podríamos estar seguros de que ningún depredador nos va a devorar o a matar. Creo que este ejemplo deja bastante claro cuando el miedo deja de ser real y en realidad resulta ser algo psicológico y mental que no llega a representar un peligro auténtico para nosotros.

Así que finalmente te recomendaría para cualquier miedo que puedas sentir. Como primera medida, al miedo hay que naturalizarlo, es decir, aceptarlo ante el peligro y nada más. Y todo lo que esté en la cabeza, regularlo.

Siempre confía más en lo que eres y no pierdas oportunidades valiosas por miedo.

Les deseo buenas noches y dulces sueños.