Es muy común que todo aquello que desconozcamos nos
inquiete, nos preocupe, e incluso que nos provoque hasta miedo. ¿Pero por qué llegamos
hasta esta reacción?
Si lo vemos
en forma retrospectiva y de manera evolutiva, el miedo es una respuesta adaptativa
de tipo conductual, y constituía una forma de supervivencia que preparaba a los
antecesores humanos a responder ante situaciones adversas con rapidez, pero que
en muchas ocasiones también les llevaba a actuar de manera incongruente, aunque
en otras salvaba sus vidas. La máxima expresión del miedo es el terror. Además
el miedo está relacionado con la ansiedad.
En ese
sentido, podría parecer normal y beneficioso para su especie. Sin embargo no
siempre era así, ya que el miedo en exceso hubiera impedido el desarrollo
intelectual de los humanos y por lo tanto no hubiéramos llegado hasta el punto
en que nos encontramos mentalmente.
El miedo o temor es una emoción caracterizada por una intensa sensación
desagradable provocada por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado.
La palabra miedo proviene del término latino metus. Es una emoción primaria que se
deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza, y se manifiesta en todos
los animales, lo que incluye al ser humano. Se trata
de una alteración del ánimo que
produce angustia ante un peligro o un
eventual perjuicio, ya sea producto de la imaginación o propio de la realidad.
Cuando el
miedo es real, está justificado si su dimensión está en correspondencia con la
dimensión de la amenaza. Porque cuando no hay intimidación no es admisible tenerlo.
Cuando la intensidad del ataque de miedo no tiene ninguna relación con el
peligro, es simplemente una cuestión mental y se clasificaría como miedo
neurótico. En este caso, el miedo existente corresponde a un conflicto básico
inconsciente y no resuelto, al que hace referencia.
Ambos, miedo
real y miedo neurótico, fueron términos definidos por Sigmund Freud en su
teoría del miedo.
El mecanismo
que desata el miedo se encuentra en el cerebro reptiliano, que se encarga de
regular acciones esenciales para la supervivencia, y en el sistema límbico, que
es el encargado de regular las emociones y en general todas las funciones de
conservación del individuo.
Este sistema
procesa permanentemente (incluso durante el sueño) toda la información que se
recibe a través de los sentidos, y lo hace mediante la estructura llamada
amígdala cerebral, que controla las emociones básicas, como el afecto, tratando
de localizar si hay una fuente de peligro. Cuando se activa, se desencadena la
sensación de miedo y ansiedad; y su respuesta puede ser la huida, el
enfrentamiento o la paralización.
Se ha
encontrado que la sensación de miedo está mediada por la actuación de la vasopresina
secretada por la amígdala cerebral (es de destacar que el etanol inhibe la
producción de vasopresina).
El miedo
produce cambios fisiológicos inmediatos:
·
se incrementa el metabolismo celular,
·
aumenta la presión arterial,
·
la glucosa en sangre y la actividad cerebral,
así como la coagulación sanguínea.
·
El sistema inmunitario se detiene (al igual que
toda función no esencial),
·
la sangre fluye a los músculos mayores
(especialmente a las extremidades inferiores, en preparación para la huida) y
·
el corazón bombea sangre a gran velocidad
para llevar hormonas a las células (especialmente adrenalina).
·
se producen importantes modificaciones
faciales: agrandamiento de los ojos para mejorar la visión,
·
dilatación de las pupilas para facilitar la
admisión de luz,
·
la frente se arruga y los labios se estiran
horizontalmente.
Como el
sistema límbico fija su atención en el objeto amenazante, los lóbulos frontales
(encargados de cambiar la atención consciente de una cosa a otra) se desactivan
parcialmente. Durante un ataque de pánico[] la atención consciente queda
fijada en el peligro, y si los síntomas fisiológicos como el ritmo cardíaco o
la presión sanguínea son interpretados por el sujeto como una confirmación de
la realidad de la amenaza se produce una retroalimentación del miedo, que
impide una valoración del auténtico riesgo. Esto sucede, especialmente, en el
caso de las fobias: la atención del fóbico es incapaz de prestar atención a
otra cosa y magnifica el peligro ante la incomprensión de los presentes.
Para
algunos, el miedo en el ser humano no guarda ninguna relación fisiológica, sino
que es un producto de la conciencia, que expande nuestro nivel de conocimiento
Desde el punto
de vista psicológico, es un estado afectivo, emocional, necesario para la
correcta adaptación del organismo al medio, que provoca angustia y ansiedad en
la persona, ya que la persona puede sentir miedo sin que parezca existir un
motivo claro.
Según el concepto conductista el miedo es algo aprendido. Desde el punto de vista social y cultural, el miedo puede formar parte del carácter de la persona o de la organización social. Es por ello que se puede aprender a temer objetos o contextos, y también se puede aprender a no temerlos, se relaciona de manera compleja con otros sentimientos: miedo al miedo, miedo al amor, miedo a la muerte, miedo al ridículo.
Antropológicamente
hablando, el miedo se encuentra inserto en los sistemas religiosos. Algunos
especialistas sugieren que la religión no es por si misma generadora de temores
o angustias, pero si lo es el discurso al cual apelan para generar
adoctrinamiento, lo que se puede enmarcar dentro de la moral de la devoción
religiosa, es decir, los miedos comienzan a actuar como narrativas protectoras
que a la vez que prohíben ciertas prácticas, fomentan otras. En la edad
Media,
por ejemplo, las brujas representaban una grave afrenta para los devotos. Su
condena social representaba una forma correctiva que el mismo sistema utilizaba
para establecer la hegemonía del orden económico patriarcal.
La angustia
y ansiedad que nos da sentirnos en peligro tenemos que analizarla en la medida
que la situación lo permita. Si hay un peligro real hay que tenerlo en cuenta,
en cambio si el miedo es imaginario basado en un impulso interior que busca
defendernos de un peligro que actualmente ya no existe podemos trabajar sobre
eso para poder superar el miedo irracional.
Por ejemplo,
¿Cuántas veces no has sentido temor al hablar frente de la clase?
El verdadero
fundamento de este temor radica en que te sientes vulnerable y temes ser
rechazado por la mayoría o en un caso más imaginario ser depredado o destrozado
por todos los que te rodean incluyendo al profe. Además, en caso de que nos
rechazara un grupo, podríamos estar seguros de que ningún depredador nos va a
devorar o a matar. Creo que este ejemplo deja bastante claro cuando el miedo
deja de ser real y en realidad resulta ser algo psicológico y mental que no
llega a representar un peligro auténtico para nosotros.
Así que
finalmente te recomendaría para cualquier miedo que puedas sentir. Como primera
medida, al miedo hay que naturalizarlo, es decir, aceptarlo ante el peligro y
nada más. Y todo lo que esté en la cabeza, regularlo.
Siempre
confía más en lo que eres y no pierdas oportunidades valiosas por miedo.