Por Juan Carlos Pérez Vertti Rojas
El amor es real, dice John Lennon en una maravillosa canción, pero ¿qué es en realidad el amor?
Podemos dar cien
tos de definiciones, algunas muy cursis, otras interesantes, pero todas ellas plagadas de vacíos que nos hacen sentirlas incompletas o que no satisfacen nuestros propósitos. Por ejemplo, para algunos investigadores existen cuatro tipos de amor: el Fraternal, que se da a los hermanos; el Filial, que es el que se brinda a los amigos; el Agape, que es el que los padres dan a los hijos y que implica un gran desprendimiento y en ocasiones es doloroso; y el Eros, el cual se comparte con la pareja y es, tal vez, al que más se han referido cuando se habló de fidelidad. Para otros investigadores están otros más como el amor a si mismo, llamado Narcisista; o el Platónico, aquel en el que se idealiza a una pareja y que en nuestros pininos amorosos es el que creemos que será el único y verdadero, aunque el destino en forma muy amena (o cruel), se encarga de mostrarnos lo equivocados que estamos.
La vida nos ha enseñado a ser muy comodinos y a adoptar los significados de las palabras a nuestra conveniencia, porque así hacemos las cosas a nuestro modo y así evitamos explicaciones largas o justificaciones necesarias.
Cuando a una pareja le decimos “Te amo” ¿Qué le estamos diciendo en realidad? ¿Qué tan válidas son esas palabras? Antes de seguir leyendo te reto a que definas que es el amor y por qué sientes amor por una determinada persona.
En esta ocasión trataré de basar el concepto del amor en la posición biológica, acorde a mi profesión. En biología podemos analizar el amor desde la perspectiva molecular, fisiológica, hasta la etológica, pasando por los instintos animales que nos caracterizan y sin dejar de lado los aspectos psicológicos y sociales.
El médico Justo Ulloa, señaló en la década de los sesenta del siglo pasado, la primera interpretación bioquímica del amor, diciendo que éste era una intoxicación de hormonas sexuales y el resultado de específicos reflejos condicionados. De acuerdo con estudios más recientes, el amor se inicia con la vista y el olfato para procesarse en la corteza cerebral, a través de las neuronas de nuestro cuerpo y de allí al sistema endocrino. Cuando encontramos a la persona deseada se dispara la señal de alarma, nuestro organismo entra entonces en ebullición. A través del sistema nervioso el hipotálamo envía mensajes a las diferentes glándulas del cuerpo ordenando a las glándulas suprarrenales que aumenten inmediatamente la producción de adrenalina y noradrenalina (neurotransmisores que comunican entre sí a las células nerviosas). El catalizador de esta vivencia tan maravillosa es un compuesto orgánico conocido como feniletilamina, que produce la secreción de otros compuestos, la norepinefrina y la oxitocina que estimulan el deseo sexual, especializados en provocar determinados efectos que forman parte de los síntomas del enamoramiento. La dopamina es un neurotransmisor que refuerza la capacidad del deseo y de repetir comportamientos que proporcionan placer.
La oxitocina, además, es la hormona que ayuda a forjar lazos permanentes entre amantes, además de su importancia en la obtención de altos niveles de bienestar, como en el orgasmo. Esta sustancia es la responsable de que exista compromiso entre las parejas, es, por así decirlo, la que nos indica que en verdad estamos enamorados de esa persona. Si la oxitocina no aparece, podemos sentir mucha emoción por una pareja y creer que estamos enamorados porque norepinefrina y la dopamina están presentes, pero cuando los niveles bajan se acaba el encanto. Puede haber refuerzos externos como las feromonas, el estímulo visual o el táctil que nos hagan creer que vivimos una gran relación, pero sin la presencia de la oxitocina el sentimiento se vuelve muy volátil.
No hay duda: el amor es una enfermedad, lleno de pensamientos obsesivos y su propio ámbito de acción. Los padecimientos y goces del amor se esconden en lo que llamamos sistema nervioso autónomo. En él todo es impulso y oleaje químico.
Aquí se asientan el miedo, el orgullo, los celos, el ardor y, por supuesto, el enamoramiento. A través de nervios, los impulsos se transmiten a todos los capilares, folículos pilosos, las glándulas sudoríparas, el músculo intestinal, las glándulas lacrimales, la vejiga y los genitales, es decir, el organismo entero está sometido al bombardeo químico. Aquí no manda el intelecto ni la fuerza de voluntad. Es el reino del siento-luego-existo, de la carne, las atracciones y repulsiones primarias..., el territorio donde la razón es una intrusa.
Sus efectos se hacen notar al instante:
• El corazón late más deprisa (130 pulsaciones por minuto).
• La presión arterial sistólica (lo que conocemos como máxima) sube.
• El timo libera más timina que nos hace sentir bien (casi como si flotáramos) y de buen humor
• Se liberan grasas y azúcares para aumentar la capacidad muscular.
• Se generan más glóbulos rojos a fin de mejorar el transporte de oxígeno por la corriente sanguínea.
Todo un rollo fisiológico que nos deja impunes y a merced de nuestros instintos a gran escala (y es aquí donde pregunto: ¿dónde está la diferencia entre el humano y los demás animales?), y así es como perdemos la cabeza, vemos el mundo de color de rosa y nos sentimos flotando.
Este mar de químicos perdura de 2 a 3 años, incluso a veces más, pero al final la atracción bioquímica decae. La fase de atracción no dura para siempre. Con el tiempo el organismo se va haciendo resistente a los efectos de estas sustancias y toda la locura de la pasión se desvanece gradualmente, la fase de atracción no dura para siempre y comienza entonces una segunda fase que podemos denominar de pertenencia, dando paso a un amor menos desenfrenado, y por así decirlo más racional. La pareja, entonces, se encuentra ante una disyuntiva que debe resolver justamente en pareja: separarse o habituarse a manifestaciones más tibias de amor (compañerismo, afecto y tolerancia). Se trata de un sentimiento de seguridad, comodidad y paz. En este caso son las endorfinas las que confieren la sensación común de seguridad comenzando una nueva etapa y en mi particular punto de vista, la mejor, la del amor amistoso o la del amor consciente. Pero si se decide la separación, se sufre, porque dejamos de recibir la dosis diaria de narcóticos.
Sin embargo parece ser que tienen mayor poder estimulante los sentimientos y las emociones que las simples sustancias químicas. Por ejemplo, en un estudio alemán se analizó las consecuencias del beso matutino, ése que se dan las parejas al despedirse cuando se van a sus respectivas actividades. Los hombres que besan a sus chicas por la mañana se enferman menos, tienen menos accidentes de tráfico, ganan de un 20% a un 30% más y viven unos años más (lo cual no significa que hay que besar a muchas para multiplicar estos beneficios).
Lo que trato de decir es que metabólicamente y fisiológicamente hay explicaciones para el amor, pero son también igual de importantes los significados que le damos a los estímulos, a través de una base cultural y social.
Todavía tenemos mucha tela de donde cortar para comprender el amor. El amor como exponente de la selección sexual, en el enfoque evolucionista, y como objeto implícito de la sociología, sin embargo considero que por ahora es suficiente dejarlo hasta aquí, porque considero que ya te habrás percatado que definir los sentimientos y sobre todo definir si en este momento eres una persona enamorada o definir si alguna vez has estado enamorado te será más complicado. Mejor disfruta de tu romance, que no es lo mismo que ser una persona enamorada.