Por Juan
Carlos Pérez Vertti Rojas
Una situación que está de moda es la de estar bebiendo agua constantemente.
Vemos a muchos de los jóvenes en el Colegio cargando su botellita de agua,
algunos lo hacen por moda, otros para hidratarse sanamente, pero otros lo hacen
porque creen que con eso bajarán de peso… ¿Qué hay de cierto en ello?
El metabolismo es un proceso químico complejo, por lo que no es de extrañar
que mucha gente tienda a simplificarlo, concibiéndolo meramente como algo que
determina la facilidad con que nuestro cuerpo gana o pierde peso. Pero a veces
el metabolismo de una persona puede provocar bastantes estragos en forma de
trastorno metabólico
En sentido amplio, un trastorno metabólico es cualquier afección provocada
por una reacción química anómala en las células del cuerpo. La mayoría de
trastornos metabólicos obedecen bien a la existencia de concentraciones
anómalas de enzimas u hormonas en sangre o bien a problemas en el
funcionamiento de esas enzimas u hormonas. Cuando determinadas sustancias
químicas no se pueden metabolizar o se metabolizan de forma defectuosa, esto
puede provocar una acumulación de sustancias tóxicas en el cuerpo o una
deficiencia de sustancias necesarias para el funcionamiento normal del cuerpo;
ambas situaciones pueden provocar síntomas graves.
En estudios
recientes se ha observado que la hidratación es parte clave en el rendimiento
deportivo, sin embargo la mayoría de las personas se someten a tratamientos
térmicos cómo trajes y aparatos para sudar o simplemente a beber agua para
perder peso, desgraciadamente eso sólo deshidrata a la persona y la pérdida de
peso es poco duradera ya que lo que se perdió fue agua y sales minerales que
son vitales para continuar con la actividad física; por eso es importante
mantener una hidratación óptima.
La sed es un
indicador tardío de la deshidratación. Cuando sentimos sed, ya inicio la
deshidratación tiempo atrás, por lo que hay que anticiparse a ella.
La
deshidratación se mide por la pérdida de peso corporal. Según el porcentaje de
peso perdido se presentarán diferentes síntomas:
- Perdidas
del 1 al 5% del peso corporal: calambres, mareos, fatiga, enrojecimiento de la
piel, cansancio, aumento de frecuencia cardiaca, aumento de temperatura
corporal y náuseas.
- Perdidas
del 6 al 10%: dolor
de cabeza, falta de aliento, hormigueo en piernas y brazos, dificultad
para hacer ejercicio, así como síntomas de carácter clínico que indican
daños al sistema nervioso central, el hígado y los riñones.
- Perdidas
del 11 al 20%: golpe de calor, que es un cuadro clínico con síntomas como sordera,
lengua hinchada, visión oscurecida y pérdida del conocimiento, que
puede llegar incluso a la muerte.
Se hay
demostrado científicamente que es necesario
dosificar los líquidos en cantidad y tiempo; es decir, la ingestión de
éstos debe ser calculada de acuerdo con la actividad que se desempeña
cotidianamente. Habrá días en que necesites consumir más agua (o líquidos)
porque realizas ejercicio, pero habrá días en que tu consumo sea menos porque
tuviste un día de flojera en tu casa. Por ello se te recomienda tomar tu peso
antes y después de tus actividades, para tener un mejor cálculo de la cantidad de
líquido que se debe consumir: la dosis es tomar 600 ml por cada medio kilo de
peso perdido.
El agua es
el hidratante universal y puede ser utilizada para rehidratarse durante el
ejercicio. Sin embargo, elimina la sensación de sed antes de que se esté
totalmente hidratado y no repone los minerales perdidos, además de que estimula
más rápidamente la eliminación de líquidos por medio de la orina.
Esto nos
lleva a una paradoja: La pérdida de peso inicial, se debe en gran medida a la
pérdida de agua, y se necesita beber una cantidad suficiente de la misma para
evitar la deshidratación. Pero beber más agua de la que se necesita nos hace
perder más líquidos y sales minerales necesarios para el buen funcionamiento
del cuerpo. La deshidratación provoca una reducción en el volumen de sangre,
una reducción en el volumen de sangre provoca una reducción en el suministro de
oxígeno a los músculos, y una reducción en el suministro de oxígeno a los
músculos puede hacer que tú te sientas cansado.
Por
otro lado, con el estómago lleno de agua, hay pérdida de apetito y, por tanto,
satisfecho al comer menos. Sin embargo no se satisfacen las necesidades de
nutrimentales de nuestro cuerpo y por ende las calorías necesarias para realizar
nuestras actividades. Si a esto le añades que a lo largo del día te avientas
tus “Chatarritos” (Doritos, papas, nachos, etc.) pues la situación se pondrá
más grave. La demanda de nutrientes del cuerpo cada vez será mayor, y en la
medida que tus actividades adolescentes se conviertan en obligaciones adultas,
la ingestión de comida chatarra se volverá parte de tu dieta, consecuencia: el
famoso rebote y por ende sobrepeso.
¿Cuánta agua debo tomar?
Tal
vez has escuchado que debes beber ocho vasos de agua al día (2 litros), pero
debes recordar varias cosas: primero que el agua que necesitas depende de tu
peso, nivel de actividad, la temperatura y la humedad del entorno; pero también
depende de lo que comas, si tu dieta contiene un montón de agua en alimentos
como frutas y hortalizas, la cantidad de agua bebida deberá reducirse.
Para finalizar, cuando
bebes suficiente agua, la orina suele ser de color amarillo pálido (aunque,
ojo, algunos alimentos, los suplementos vitamínicos y antibióticos le cambian
el color). Por otro lado, no deberían tener que correr al baño con demasiada
frecuencia, así que no hay pretextos para interrumpir la clase para ir al baño.