10 de febrero de 2019

AGUA CORRE POR MI CASA


Por Juan Carlos Pérez Vertti Rojas

 

Una situación que está de moda es la de estar bebiendo agua constantemente. Vemos a muchos de los jóvenes en el Colegio cargando su botellita de agua, algunos lo hacen por moda, otros para hidratarse sanamente, pero otros lo hacen porque creen que con eso bajarán de peso… ¿Qué hay de cierto en ello?

El metabolismo es un proceso químico complejo, por lo que no es de extrañar que mucha gente tienda a simplificarlo, concibiéndolo meramente como algo que determina la facilidad con que nuestro cuerpo gana o pierde peso. Pero a veces el metabolismo de una persona puede provocar bastantes estragos en forma de trastorno metabólico

En sentido amplio, un trastorno metabólico es cualquier afección provocada por una reacción química anómala en las células del cuerpo. La mayoría de trastornos metabólicos obedecen bien a la existencia de concentraciones anómalas de enzimas u hormonas en sangre o bien a problemas en el funcionamiento de esas enzimas u hormonas. Cuando determinadas sustancias químicas no se pueden metabolizar o se metabolizan de forma defectuosa, esto puede provocar una acumulación de sustancias tóxicas en el cuerpo o una deficiencia de sustancias necesarias para el funcionamiento normal del cuerpo; ambas situaciones pueden provocar síntomas graves.

En estudios recientes se ha observado que la hidratación es parte clave en el rendimiento deportivo, sin embargo la mayoría de las personas se someten a tratamientos térmicos cómo trajes y aparatos para sudar o simplemente a beber agua para perder peso, desgraciadamente eso sólo deshidrata a la persona y la pérdida de peso es poco duradera ya que lo que se perdió fue agua y sales minerales que son vitales para continuar con la actividad física; por eso es importante mantener una hidratación óptima.

La sed es un indicador tardío de la deshidratación. Cuando sentimos sed, ya inicio la deshidratación tiempo atrás, por lo que hay que anticiparse a ella.

La deshidratación se mide por la pérdida de peso corporal. Según el porcentaje de peso perdido se presentarán diferentes síntomas:

  • Perdidas del 1 al 5% del peso corporal: calambres, mareos, fatiga, enrojecimiento de la piel, cansancio, aumento de frecuencia cardiaca, aumento de temperatura corporal y náuseas.
  • Perdidas del 6 al 10%: dolor de cabeza, falta de aliento, hormigueo en piernas y brazos, dificultad para hacer ejercicio, así como síntomas de carácter clínico que indican daños al sistema nervioso central, el hígado y los riñones.
  • Perdidas del 11 al 20%: golpe de calor, que es un cuadro clínico con síntomas como sordera, lengua hinchada, visión oscurecida y pérdida  del conocimiento, que puede llegar incluso a la muerte.

Se hay demostrado científicamente que es necesario dosificar los líquidos en cantidad y tiempo; es decir, la ingestión de éstos debe ser calculada de acuerdo con la actividad que se desempeña cotidianamente. Habrá días en que necesites consumir más agua (o líquidos) porque realizas ejercicio, pero habrá días en que tu consumo sea menos porque tuviste un día de flojera en tu casa. Por ello se te recomienda tomar tu peso antes y después de tus actividades, para tener un mejor cálculo de la cantidad de líquido que se debe consumir: la dosis es tomar 600 ml por cada medio kilo de peso perdido.

 


El agua es el hidratante universal y puede ser utilizada para rehidratarse durante el ejercicio. Sin embargo, elimina la sensación de sed antes de que se esté totalmente hidratado y no repone los minerales perdidos, además de que estimula más rápidamente la eliminación de líquidos por medio de la orina.

Esto nos lleva a una paradoja: La pérdida de peso inicial, se debe en gran medida a la pérdida de agua, y se necesita beber una cantidad suficiente de la misma para evitar la deshidratación. Pero beber más agua de la que se necesita nos hace perder más líquidos y sales minerales necesarios para el buen funcionamiento del cuerpo. La deshidratación provoca una reducción en el volumen de sangre, una reducción en el volumen de sangre provoca una reducción en el suministro de oxígeno a los músculos, y una reducción en el suministro de oxígeno a los músculos puede hacer que tú te sientas cansado.

Por otro lado, con el estómago lleno de agua, hay pérdida de apetito y, por tanto, satisfecho al comer menos. Sin embargo no se satisfacen las necesidades de nutrimentales de nuestro cuerpo y por ende las calorías necesarias para realizar nuestras actividades. Si a esto le añades que a lo largo del día te avientas tus “Chatarritos” (Doritos, papas, nachos, etc.) pues la situación se pondrá más grave. La demanda de nutrientes del cuerpo cada vez será mayor, y en la medida que tus actividades adolescentes se conviertan en obligaciones adultas, la ingestión de comida chatarra se volverá parte de tu dieta, consecuencia: el famoso rebote y por ende sobrepeso.


¿Cuánta agua debo tomar?

Tal vez has escuchado que debes beber ocho vasos de agua al día (2 litros), pero debes recordar varias cosas: primero que el agua que necesitas depende de tu peso, nivel de actividad, la temperatura y la humedad del entorno; pero también depende de lo que comas, si tu dieta contiene un montón de agua en alimentos como frutas y hortalizas, la cantidad de agua bebida deberá reducirse.
Para finalizar, cuando bebes suficiente agua, la orina suele ser de color amarillo pálido (aunque, ojo, algunos alimentos, los suplementos vitamínicos y antibióticos le cambian el color). Por otro lado, no deberían tener que correr al baño con demasiada frecuencia, así que no hay pretextos para interrumpir la clase para ir al baño.